4 sept 2017

REVENTAR

No ablandarse como la celulosa de dos capas en el fondo del retrete,
no doblarse, doblegarse como una espiga con el viento cargado en su espalda,

no, reventar,
que los puntos de sutura no sean suficientes,
que el dolor de la deflagración sea insuficiente.

No. Reventar y arder como el Hindenburg
y llevarse todo por delante: árboles, gente, mundo y rastrojos,
papel y bolígrafos y oficinas de empleo y opiniones no pedidas,
y memeces y anuncios de champú y vasos de plástico del café del caro,
y presentadores de televisión y telediarios.

Reventar nuclear y atómico para asolar Suiza de una vez para siempre, de una vez por todas.

Reventar para entretener la tediosa espera,
reventar para destruir la sala de espera,
destruir la consulta entera. Y al dentista.

Reventar como una gigante roja,
reventar en hipernova.

No pudrirse, no ajarse, no azulear como las fotos de menú de carretera,
explotar, estallar, REVENTAR

y que la onda expansiva esterilice planetas más allá del horizonte cósmico.
Que los supervivientes diezmados queden sordos para siempre por el mayor,
el más magnífico pedo que ser viviente se haya tirado jamás.

No caer como las hojas, no palidecer en el olvido, no plegarse al tiempo que llega,
RE-VEN-TAR como un puñetazo en la mesa, como el Puño de Dios en la cara de la desidia,
como el Martillo de Thor en los testículos de la indiferencia.

Reventar y dejar recado: vosotros me hicisteis.

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Dedicado con cariño a Yanira Vega.

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