Están esos días
en que te chocas con todo,
se te quema la comida,
se te cae la calderilla,
no encuentras las llaves
y todos los perros de la ciudad
te han regalado sus cacas
para que las encuentren tus suelas.
Están los días que no vuelan
por exceso de lastre,
los días que no amanecen del todo
y no parecen anochecer nunca.
Por eso guardo
días
de vino y risas en mi bolsillo.
Por eso guardo en mi cartera
los días en que sonreíamos juntos,
como un salvoconducto,
como un brillante que nunca
quiero empeñar.
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