Me gusta de vez en cuando
ir despeinado,
que mis cabellos retocen entre ellos
en anárquica orgía capilar,
que el caos reine en mi cabeza
y el orden no tenga un feudo
en mi melena.
Me gusta algunos días
ir despeinado
porque a ellos no les gusta,
y está mal visto
(el peine es un tirano
y el cepillo un conformista).
Me gusta ir con el pelo enmarañado
en honor de algunas noches
o mañanas
(ya sabéis, qué os voy a contar).
Me gusta,
también he de decirlo,
porque puedo,
qué hostias.
Puedo despeinarme mucho
y a veces lo hago.
Con alevosía.
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