Hay mucha demasiada poca gente
y eso me mortifica.
Hay calles para aburrir
pero todas van al centro.
Y eso me aburre.
Hay un par de pirados
(que no está mal)
pero siempre me piden a mí los cigarros.
Hay un triste hálito de pobreza
que hace presa
y te acompaña al más sórdido de los urinarios.
Hay un triste poeta violento
que no pega ni con cola.
Hay una silenciosa necesidad
de darle una patada a los huevos
al silencio.
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