Soñaba,
inconsciente, colectiva
con arquetipos.
Por ejemplo,
con el arquetípico caballero,
misterioso y de maneras refinadas
que oculta un lobo hambriento en su interior.
Despertó
con él en la cama,
al día siguiente
el arquetipo convertido
en asquerosa y ramplona nomalidad.
El lobo hambriento resultó ser,
maldita sea,
un lobo hambriento.
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