Se sentía como un astronauta
en tierra:
Antes de salir de casa
se puso el traje anti-estupideces.
Se encajó el casco de no escuchar flipadas.
Bajó las escaleras con cautela,
que el contacto con la calle
no fuera demasiado brusco.
Y justo al pasar junto a un quiosco...
el astronauta
tropezó con un periódico abierto.
No hay traje que aguante esa despresurización.
El astronauta urbano
murió hinchado y rojo (de la ira).
En Marte le hubiera ido mejor.
(Para mi hermana Mari, que siempre me enseña cómo vivir más feliz).
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