No derramé ni una lágrima
escribiendo esta tontería perturbada
pensando en tus tontos pechos,
en tus tontas genialidades
y en tu tonta inconsciente alevosía
porque te odio igual que te quiero
por las mismas e iguales razones.
Y ya guardé mis llantos
para el día
en que todo estalle y todo muera
y el mundo no me recuerde a ti
en todas sus banalidades.
Al fin y al cabo
tú no te das ni cuenta
de todos los apocalipsis que provocas
con tu sola existencia.
Y tanto que no se da ni cuenta...
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