Tirábamos tapas de alcantarilla
a las ventanas de los bancos
porque ahí estaba la ocasión
/ y porque sí.
Nos creíamos jodidamente hostiles
estrenando melenas
porque nos gustaba.
Nos drogábamos y bebíamos
como pequeños suicidas
porque ahí estaba la vida.
Ahí, con el "Maldito sea tu nombre"
al diez en el casette del coche
aparcado frente a la iglesia.
Ahí estaba,
en los conciertos,
entre gregarios individualistas
mamando sudor y ruido de guitarras
o espantando abuelas por la calle
o entrando en masa en la disco pija
(la cara del portero era un poema)
o haciendo concursos de vómitos.
Éramos un poco patéticos, pero éramos los mejores.
Estábamos vivos.
Y ahí estaba la vida, huyendo despavorida de nosotros.
Pero éramos muy jóvenes y corríamos más que ella.
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Para el Roge, el Cliff, el Buzo, el Johnnie, el Peti...
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